Había una vez una colmena con su abeja reina, los
zánganos, abejitas obreras, miel y demás, en el que sus súbditos (abejitas
obreras) siempre habían sido pobrecitos, no tanto sus zánganos y reina que siempre vivian del esfuerzo y beneficio de sus obreras, y que de
repente se encontrarón con que muchas colmenas ricas del norte le ofrecieron
muchos presentes y oro a cambio de muchos sacrificios e intereses. Hubo una
revuelta en la colmena y desterraron a su antigua corte (bueno a algunos
zánganos los dejaron quedarse a cambio de su conversión y promesa de aceptación
de la nueva reina y corte) y restauraron la monarquía y por supuesto aceptaron
todos los presentes que les ofrecieron los reyes extranjeros y que necesitaban
para empezar de nuevo.
Los nuevos zánganos, que eran casi los mismos de
antes, se buscaron una nueva reina más campechana y menos estirada y las
abejitas obreras se creyeron que era una reina del pueblo y para el pueblo. Los
zánganos, unos más "progresistas" y otros conversos del antiguo reino
se dedicaron a lo mismo de siempre, a no hacer nada y a dedicarse a preñar a la
reina y... ¡a vivir! Las abejita obreras que eran las mismas que servían
tanto a esta reina campechana como a la tirana anterior pensaban que esta nueva
corte iba a repartir más que a anterior los beneficios de su propio trabajo. Creyeron que
el reparto de beneficios era más igualitario pero era irreal ya que se basaba
en unos presentes dados por colmenas extranjeras con intereses diversos y a lo
más que llegaron era a endeudarse personalmente como el reino en el que
habitaban. Sin embargo las abejitas hacendosas pensaban que eran ricas y que vivían
en el mejor de los mundos posibles, tenían mucho trabajo y bien cubiertas sus
necesidades básicas y un aparentes Estado del Bienestar pagado con sus impuestos. Todo era a costa del endeudamiento del reino y de las abejitas obreras.
Los zánganos pasado un tiempo se dedicaron a lo
que todo ocioso tarde o temprano hace: a vivir de los demás, a robar, a criar
malvas....al final los zánganos acabaron comportándose como sus antecesores y
la reina se relajó y de nuevo llegó la tiranía y con la misma reina una nueva
turba de zánganos ocuparon el poder. Eran los zánganos del antiguo reino pero
ya todos con nuevos trajes. Ocuparon el poder de la colmena, deshicieron lo
poco bueno que habían logrado de bienestar los anteriores gobernantes e implantaron de nuevo la dictadura
del miedo y de la pobreza. Habían tenido tiempo de reorganizarse mientras los
zánganos "progres" se dormían en los laureles.
Las abejitas obreras despertaron, se dieron
cuenta de lo que perdían, de que habían vivido en un mundo ideal e irreal pero
ya era tarde. De nuevo el miedo se apodero de los súbditos y muchos abandonaron
la colmena porque ya no había sitio ni trabajo para ellos. La colmena
necesitaba menos abejitas para subsistir. Aun así nunca llegó a remontar este reino, entre
unos y otros se lo habían llevado todo y a las abejitas obreras e incluso a la reina sólo les quedaron
deudas y miseria. Decidieron que las obreras se hicieran cargo también de la deuda de la colmena. Fueron muy confiadas y acomodadas estas abejitas reinas. Al fin y al cabo sólo sabían
trabajar, trabajar, y consumir y endeudarse, era el ejemplo que tenían de su
reina y zánganos. No les enseñaron otra cosa. Y colorín colorado, el fin del
cuento lo tenéis delante de vuestros ojos y no será precisamente feliz.
Moraleja: la sociedad de castas es así, que no nos engañen. O escapáis de la
colmena-dictadura y empezamos a ser libres o ya sabéis a sacrificarse y
pasarlas canutas por otros, lo de siempre: los zánganos y reyes que viven de
vosotros y de vuestras penurias. Da igual el traje que usen. Son la misma mierda. ¡Despertad malditos! El pueblo manda cuando quiere hacerlo. ¡Dejad vuestro miedo atrás, que ya no queda nada que perder! Nunca tuvisteís nada, porque nunca exigisteís nada. Es hora de rebelarse, no dejeís el poder de nuevo en los zánganos. Si no ya sabeís: ¡Ajo y Agua! Y hambre, mucha, mucha hambre.
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